
Las redes sociales han contribuido enormemente a que tengamos el concepto de perfección casi como sinónimo de felicidad. ¿Cómo es que llegamos a creer que todos esos cuerpos perfectos, caras perfectas, trabajos perfectos, vidas perfectas existen en una vida real?
Fantaseando un poco imaginemos que Instagram tiene un filtro al revés, es decir que cuando nosotros observemos la foto veamos los defectos, tal vez así nos daríamos cuenta de que en realidad la chica hermosa de la foto tiene celulitis, tiene rollitos en la pancita, y alguna que otra estría.
¿y qué crees? eso la hace real, la hace terrenal, y sobre todo la hace mas cercana a nosotros la gente mundana de carne y hueso, como tu y como yo.
Se han hecho infinidad de estudios psicológicos que demuestran la relación que existe entre el tiempo que pasas en redes sociales y la insatisfacción que hay con nosotros mismos, esto invariablemente nos lleva a un estado de ansiedad grave que si no ponemos cartas en el asunto puede llevarnos a una grave depresión.
Apostemos por lo natural y lo orgánico, no solo el maquillaje, sino por la vida natural, fuera de poses, fuera de perfeccionamientos, vamos a darle todo para que esta vida que nos tocó deje de ser de mentiritas, y sea lo mas real empezando por nosotras.
Sí está padrísimo ver las sesiones de ejercicios y clases fit online y está bien hacerlo por nuestra salud mental y física, pero nunca por compararnos o querer ser igual a ellas.
Por qué en lugar de querer ser como esta gente que en realidad no es así, somos nosotros, somos seres únicos e irrepetibles, y tenemos la capacidad de reinventarnos cada día, vamos haciéndolo para crear una mejor versión pero de nosotros mismos, no de un tercero que no sabemos si en realidad la felicidad que expone es puro show, y en cuanto deja de grabarse regresa a las mil broncas de autoestima, de inseguridad, a los problemas para poder relacionarse o mil cosas mas que no alcanzamos a percibir a través de la pantalla de nuestro celular.
Entonces la clave está en aceptarnos tal y como somos, a lo mejor con la familia más loca que podamos conocer, o con los kilitos de más o con el acné en la cara. Después de todo, ¿quién impuso estos cánones de perfección? ¿Quién dijo que debía de ser así?